En el texto introductorio de Anthony Bebbington, Elementos para una ecología política de los movimientos sociales y el desarrollo territorial en zonas mineras, podemos encontrar muchos alcances teóricos relacionados a los movimientos sociales y su accionar ante el conflicto socio-ambiental provocado por la extracción minera. Busca que se estudie este tema desde la multidiciplinariedad y por tanto sea analizado desde distintas miradas que unen su enfoque en un análisis centrado en la ecología política.
Como podemos ver, este conflicto no parece cesar debido a la alta demanda de las materias primas y el mantenimiento de procesos de extracción que no contemplan otros factores, como el impacto ambiental y el impacto social que la actividad minera puede generar en determinadas zonas que no son "tierras baldías". Entonces, vemos que este conflicto tiene origen en quién o quiénes son los dueños del territorio y por tanto deciden qué se hace en el mismo; es un problema de territorialidad, de propiedad privada, propiedad pública y propiedad comunal. Como sostiene el autor, nos encontramos ante la competencia de dos proyectos geográficos en una misma zona. El primero, es llevado por múltiples actores, implica cambios territoriales cotidianos, sucesivos y marcados con una carga histórica y continua. Mientras, que el segundo implica un único actor que propone cambios territoriales drásticos que se escudan ante una promesa de "modernidad", que finalmente sólo trae incertidumbre ante la población local debido a que puede representar un riesgo.
En una primera parte del texto, Bebbington, hace una breve reseña histórica de la ecología política, para lo cual se apoya en autores representativos de distintas tendencias teóricas. Para definirla, parte de Blakie[1] y la plantea como un paraguas que acoge a varias tradiciones y líneas de investigación; así mismo, la ecología política, no es una teoría, pero sí un espacio común de reflexión y análisis. Para Blakie, además se entiende la degradación ambiental mediante una “cadena explicativa”; además dejó en claro que estos temas no pueden limitarse al ámbito local.
Luego, tenemos a Anthony Giddens, quien desde la sociología introduce la noción de los actores sociales en la “agencia humana” e intenta superponerlo a la estructura, enfatizándolos. Es así que enfoca su estudio a la sociedad civil y con ello a distintas organizaciones como las ONG, empresas, organizaciones de base, etc.
Otra mirada, es la que nos alcanzan los postestructuralistas como James Scott y Arturo Escobar. Scott tiene una mirada hacia el nivel micro, él ve las “formas cotidianas de resistencia”; formas individuales de resistencia:
“(…) explorar cómo los actores subalternos resisten las múltiples formas de dominación que sufren” (pág 60).
En cuanto a Escobar, él se enfoca más en las relaciones entre medio ambiente, desarrollo y dignidad humana. En cuanto a las formas de resistencia, él enfatiza más la labor de los movimientos sociales. Su punto de partida principal, es que tanto la modernidad como el desarrollo no representan avances ni mejoras, sino que son reflejo de las prácticas y relaciones de poder; frente a esto los movimientos sociales vienen a ser un contra poder. A este enfoque se le puede agregar el de Richard Peet y Michael Watts, que agregan la noción de justicia y equidad social, así como igualdad de oportunidades ante el proceso de modernidad; de esta forma no cerrase ante el desarrollo, sino procurar una relación “desarrollo-ambiente” más equitativa.
Por otro lado, Bebbington introduce la noción de glocalización en el texto, esto lo hace a partir de Eric Swyngedouw que explica este término cómo los procesos que no son ni globales ni locales. Esto implicaría que los procesos de construcción territorial son entendidos como globalizados y localizados simultáneamente. En todo caso, queda el debate sobre esta hibridación y su construcción.
Bebbintong, en la segunda parte del texto contrasta algunas hipótesis y señala hilos conductores que hay dentro del libro. Sostiene que los postulados antes expuestos (en la breve reseña anterior) tienen que ver con la relación de tres campos: El campo de la resistencia y la protesta; El campo de la gobernanza formal; El campo del desarrollo del capitalismo.
La minería actual, es parte de la forma de expansión capitalista. Su realización trae consigo la transformación de los medios y estrategias de vida de la población de la zona impactada. Esta transformación puede generara resistencias, que no siempre desembocan en movimientos sociales y sólo plasmarse en estrategias de vida[2]; sin embargo de ser el caso, si desembocasen en la gesta de movimientos sociales tienen el potencial de cambiar las formas de desarrollo territorial. Luego de analizar esto, Bebbington pasa a hacer una distinción entre movimientos sociales[3], redes sociales[4] y organizaciones sociales[5], para un mejor análisis. Luego, el autor nos hace un repaso de lo qué es el DTR[6], planteado por Schejtman y Berdegué; ellos lo definen como un proceso de transformación institucional y productiva, con la función de reducir la pobreza rural. Pero este planteamiento es bastante favorable para las empresas mineras, en este caso, y no contempla el punto de vista y las necesidades reales de la población impactada. Agrega a esto, el autor, la observación de Habermas ante los movimientos sociales que para él surgen como una respuesta a los procesos de colonialización[7].
Fianlemte, Bebbington atiende el tema de la gobernanza ambiental, la cual explica como un proceso mediante el cual se regula, definen e implementan las normas que regirán el control de los recursos naturales, su uso y acceso. La mayor parte de estos procesos se da en espacios privados. Debido a que en el ámbito público, la legislación nacional (como en nuestro caso, Perú) le da muchas responsabilidades, poder y liderazgo a las empresas mineras. A esto se le suma el factor de corrupción y por ende la falta de confianza que los actores sociales tienen respecto a la honestidad de las instituciones públicas. Muchas veces, debido a la naturaleza de los procesos de gobernanza ambiental[8], los movimientos sociales se ven excedidos y pueden quedarse limitados a espacios locales.
[1] Se le tilda de determinista a este autor, debido a que limita el estudio de la ecología al de la economía política, poniendo esta última en primer lugar para entender mejor a la ecología.
[2] Son fenómenos políticos y culturales, así como materiales. Estos tres aspectos están profundamente relacionados.
[3] Procesos de acción colectiva que se sostienen en el tiempo, a pesar de los altibajos que puedan presentar. No es un actor en sí mismo y es en todo caso un proceso integrado por acciones y actores. Se plantean otra forma de organizar la sociedad y pensar el desarrollo.
[4] Es una estructura de relaciones sociales entre actores visibles, pueden conectar organizaciones sociales.
[5] Brindan recursos, tales como los financieros e informáticos a los movimientos sociales; se les conoce también como “organizaciones de los movimientos sociales” (SMO´s).
[6] Desarrollo Territorial Rural.
[7] Así se entiende a los movimientos sociales como fenómenos reactivos y no propositivos.
[8] Que pueden ser trasnacionales y por tanto corresponderle a otros actores, que son propios de este espacio, su regulación.
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